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El Equipo de Rescate Abierto de Animales

El Equipo de Rescate Abierto  lo formábamos en esta ocasión  Marta Andikoetxea,  Eladio Ferreira, David Herrero, David Nuevo, José Ramón Mallén, Eneko Pérez y Silvia Toval, todos nosotr@s activistas de Equanimal. En esta ocasión, fuimos acompañados por un equipo de televisión que nos brindó la oportunidad de poder hacer llegar a la sociedad la realidad de lo que ocurre en una granja industrial.
A las 18:00h nos reunimos en el punto de encuentro seleccionado, cercano a la granja a la que pensábamos acceder, para cargar todo el material en el vehículo que nos llevaría a todos hasta allí. LEER MAS...
Tras comprobar que llevábamos todo el material a punto, salimos hacia nuestro destino: una granja industrial de más de 100.000 gallinas situada en una pequeña localidad de Castilla-La Mancha.

Preparación del rescate abierto

En las reuniones previas a nuestra entrada, se recordó el protocolo de bioseguridad establecido para el rescate anterior, así como la manera de actuar en el interior de la granja. De igual manera se estableció el protocolo para actuar en caso de que algo saliera mal, designándose a dos mediadores en caso de que se presentara alguien en la granja durante nuestra acción.
Durante los dos meses anteriores, habíamos realizado varias visitas de vigilancia a la granja, para asegurarnos de que escogíamos un día y hora para realizar el rescate en los que no encontraríamos operarios en el interior.
Varios de nosotros habíamos realizado más de 7 entradas al lugar para comprobar que los accesos a la granja eran viables y se podía entrar sin forzar ninguna puerta o ventana ni provocar desperfectos.  Durante esas visitas tuvimos ocasión de documentar el horror que viven a diario estos animales: hacinamiento, suciedad, falta de luz solar, deshidratación, enfermedad y muerte.
Vimos cómo las gallinas vivas compartían sus jaulas con compañeras muertas, algunas desde hacía semanas a la vista de su avanzado estado de descomposición.
Durante una de nuestras incursiones previas y, al abrir el contenedor de bioseguridad que siempre inspeccionamos para comprobar el estado de las gallinas que han muerto ese día, nos quedamos impactados al ver lo que ocultaba en su interior. El contenedor estaba lleno hasta arriba, cientos de gallinas se apilaban unas sobre otras. El hedor era insportable. Algo se movió en el interior y descubrimos con verdadero espanto que una de las gallinas había sido arrojada aún viva a su interior. La sacamos de inmediato pero no pudimos hacer nada por salvarla ya que le quedaban horas de vida. Sus huesos estaban completamente descalcificados, tanto, que no podía ponerse en pie. Nuestro consuelo es que al menos pudo ver el sol antes de morir y sentir la hierba bajo sus patas, en lugar de encontrar la oscuridad de la granja y el suelo enrejado de su diminuta jaula.
Durante estas visitas elegimos también el lugar de espera de nuestro vehículo y comprobamos que los móviles tuvieran cobertura, para que la persona encargada de la vigilancia pudiera avisarnos de forma eficaz si se llegaba a producir una visita inesperada de algún operario o de los agentes de la autoridad. Esto nos permitiría poner en marcha el plan de retirada, para poner a salvo a los animales rescatados hasta ese momento así como para conseguir evadir todo el material audiovisual conseguido en el interior.

En la granja de gallinas

A las 18:30 h del domingo 10 de agosto nos pusimos en marcha desde el punto de salida en dirección a la granja seleccionada. Al llegar nos pusimos los trajes de bioseguridad y las mascarillas en el interior del vehículo, que aparcamos delante de una de las puertas de entrada a la granja. En esta ocasión, el acceso era muy fácil, ya que el recinto no estaba vallado y todas las puertas se encontraban abiertas.
En varias jaulas, volvimos a constatar como en las visitas precedentes, que las gallinas vivas se veían obligadas a convivir con los cadáveres en descomposición de sus compañeras muertas. Procedimos a marcar esas jaulas con el objetivo de retirar esos cadáveres y liberar al menos a sus compañeras vivas de ese horror.
Los reporteros que nos acompañaban se quedaron en el exterior de la granja junto a nuestro vigilante y conductor.
En el interior de la granja el calor era insoportable. Eran las 19:30h y la temperatura interior de la granja era de 37ºC.
Depositamos las cajas para el transporte de las gallinas rescatadas en el punto indicado, nos pusimos los guantes de látex para evitar contagiar a las gallinas con posibles virus o infecciones y comenzamos la inspección.
Nuestra misión era doble. Por un lado, localizar a aquellas gallinas más enfermas para llevárnoslas con el objetivo de prestarles atención veterinaria y una nueva vida en libertad. Lo máximo que podíamos hacer por aquellas gallinas que no iban a poder acompañarlas era documentar todo lo que ocurre en el interior de una granja industrial, mostrar el infierno que viven día tras día estos animales y mostrarlo públicamente para hacer reflexionar a la sociedad sobre ello. Por eso, nuestro segundo objetivo era tan importante: documentar audiovisualmente todo lo que observamos en el interior.
Mientras dos de nosotros localizábamos a las gallinas más enfermas para rescatarlas, otros dos compañeros procedieron a medir los corredores para calcular el número de gallinas que había en el interior.  La granja de gallinas seleccionaba contaba con un único módulo con 6 corredores a ambos lados de los cuales se extendían las jaulas en batería. El interior de cada jaula era compartido por 7 gallinas que a penas tenían espacio para estar de pie al mismo tiempo, por lo que encontramos a muchas pisoteadas por sus compañeras.
Plan de evasión
Esta vez nuestra labor se vio interrumpida por la llamada de nuestro vigilante en el exterior de la granja. Un operario se había presentado y se encontraba en el exterior. Tras una breve charla con nuestro vigilante, había decidido marcharse a buscar al dueño de la granja.
Tuvimos que actuar muy rápidamente para lograr poner a salvo al mayor número de gallinas posibles. Habíamos rescatado a tres y decidimos salir a toda prisa para conseguir salvarlas. Recogimos todo nuestro material y salimos a toda prisa. Subimos rápidamente al vehículo tras colocar en la parte posterior las cajas con las gallinas liberadas y asegurarnos de que no sufrirían daños en el trayecto.
Arrancamos el vehículo justo en el instante en el que el propietario de la granja llegaba y comenzó la persecución. Nuestro vehículo fue perseguido por dos patrols. Vivimos unos momentos muy tensos, ya que nuestros perseguidores intentaron echarnos de la carretera varias veces y estuvimos a punto de sufrir un accidente. Finalmente, uno de sus vehículos se paró delante del nuestro, bloqueando la carretera, mientras el otro se colocó a nuestra izquierda dando un volantazo para hacernos salir de la calzada.
Nos bajamos todos del vehículo y lo cerramos para seguridad de las gallinas rescatadas. El propietario y las personas que le acompañaban estaban muy nerviosos y agresivos, y todavía más cuando comprobaron que íbamos acompañados de periodistas, uno de los cuales resultó agredido por nuestros perseguidores, poco antes de tener tiempo de bajarnos todos de nuestro coche.
En el exterior comenzó la labor de mediación: conseguir calmar y distraer al dueño para lograr abandonar el lugar con las gallinas rescatadas y el material documental era nuestra prioridad.
El dispositivo de evasión ya había sido puesto en marcha y un segundo conductor del Equipo de Rescate Abierto se dirigía al lugar donde nos encontrábamos, con el objetivo de dejarnos un coche y llevarse el vehículo con los animales rescatados, para salir con ellos de inmediato en dirección a nuestro Santuario.
El intercambio de vehículos se llevó a cabo mientras los mediadores explicaban pacíficamente al atónito dueño que eran miembros de Equanimal, dándole sus nombres y DNIs y explicándole porqué estábamos allí. Le tranquilizó bastante el hecho de que nuestro objetivo no era denunciarle a nivel particular por el posible incumplimiento de alguna normativa, sino que estábamos allí para mostrar a la sociedad lo que ocurre dentro de una granja industrial. Le explicamos que no nos interesaba saber si en particular, su granja cumplía o no con las normativas, ya que el hecho de que una granja las cumpla, no hace menos terrible que un animal viva encerrado desde su nacimiento hasta su muerte, en condiciones de extrema dureza y forzado a vivir como una máquina productora.
Nuestro vehículo arrancó, dejándonos atrás y llevando consigo a tres gallinas que, a estas horas, se encuentran sanas y salvas disfrutando de su nueva vida en libertad.
Los animales nos necesitan, y en Equanimal, nunca les abandonaremos.







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