No creo en el progreso. La historia no avanza hacia delante, da un pasito para el frente y otro para atrás. Sin embargo, cada vez que la comunidad moral se ha ampliado se dan grandes pasos hacia delante, pasos en dirección a la justicia.Por “comunidad moral” me refiero a la comunidad conformada por los individuos considerados en base a un accionar libre y racional, es decir, seres capaces de actuar éticamente. Todo ser racional y libre tiene deberes con la comunidad moral, pudiendo actuar mal o bien frente a ella. Muy pocos estarían dispuestos a declarar hoy por hoy que no consideran a todo ser humano parte de la comunidad moral. Esto no fue así siempre. Y es evidente que hemos progresado. LEER MAS...
Que los animales sean parte de la comunidad moral es algo no reconocido. Y esto se debe a que a lo largo de lo siglos hemos cultivado en Occidente una cultura antropocéntrica que sólo ampara los deberes que nos atan a los homo sapiens. Para el viejo Inmanuel Kant, por ejemplo, los animales eran considerados meras cosas. Este filósofo pensaba que “nuestros deberes para con los animales son meramente esos deberes indirectos para con la humanidad”. O sea, si se me ocurre quemar un gato, actúo mal, pero no por el daño al gato, sino por el daño que le hago a los dueños del gato (e indirectamente a la humanidad). Es la visión arcaica de que los animales y el resto del planeta están a disposición del hombre, quien es soberano de la tierra y hace uso de las otras formas de vida en pos de su beneficio.
¿Qué justifica esta postura? ¿Qué argumentos nos llevan a pensar que sólo es importante el daño a nuestra especie? Se podría argumentar que somos los únicos capacitados para actuar moralmente. ¿Pero acaso no incluimos en la comunidad moral a seres humanos que carecen de esa capacidad, pero que sí padecen el mal o el bien de otros? Por supuesto, y el ejemplo más común son los niños, quienes no tienen la madurez suficiente para ser considerados agentes morales (capaces de actual moralmente), pero sí pacientes (pueden ser afectados por las acciones de otros). Nadie en su sano juicio afirma que no es posible causar un mal, por muy pequeño que este sea. ¿Pero si admitimos a infantes y otros seres humanos no racionales (como los con daño cerebral), qué nos impide admitir también a otros animales que poseen facultades parecidas?
Dejar fuera de la comunidad moral a una especie, por el simple hecho de ser tal especie, independiente de sus facultades, sería una suerte de especismo, similar al racismo o al sexismo.
El dolor y el sufrimiento similares deben ser considerado de forma similar en nuestros cálculos éticos, con independencia de que venga de un niño o de una oveja. No debiéramos ser tan negligentes y ciegos ante el dolor que causamos a otras especies. Por ejemplo, compramos carne en luminosos supermercados lejos de los criaderos y mataderos, sin enteramos de los males que nosotros mismos generamos en seres capaces de mucho dolor. Además, todavía se comercializan las pieles, cuando es sabido que diversos animales son descuerados vivos para que la piel no se vuelva opaca. Pero las señoritas adictas al mall no tienen interés en los videos terribles de YouTube, prefieren mantener su ignorancia, vestirse a la moda y de paso financiar estas torturas. Hay algo errado y egoísta en esta actitud. Qué cómodo pensar que los únicos dignos de protección sean los humanos. Qué ridículo pensar que un ser tiene valor sólo en cuanto sirve a un humano.
Debemos entender que en la comunidad moral la humanidad no está sola, sino que es parte de este espacio de tierra al igual que esos seres distintos a los que también les debe respeto.
Xaviera Ringeling
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