
Luego del surgimiento del mal de las “vacas locas” la situación fue peor. Se comenzó a prohibir alimentar a los ganados con harina animal y se tuvo que buscar un sustituto proteico vegetal. Entonces apareció la soya. La selva de Brasil era uno de los pocos lugares donde aún se podía expandir la agricultura y eso fue lo que pasó. Ya para agosto de 2003 se reveló que la devastación de la selva era tan grande que equivalía al tamaño de Nueva Jersey. Al año siguiente ocurrió lo mismo. Hoy más de 10 millones de hectáreas han sido destruidas, un área semejante a la superficie de Islandia.

La FAO también ha sacado cuentas al respecto. Según sus estudios, el 30% de la superficie terrestre del planeta son pastizales y un 33% del espacio total cultivable se ocupa para producir forraje. El problema es que un 20% de los terrenos se ven degradados a causa del sobrepastoreo de los rebaños y su consecuente erosión. A eso hay que sumarle el problema del agua: la producción industrial ganadera contamina con sus desechos directamente a las napas subterráneas y a las aguas superficiales como los ríos, e indirectamente con los antibióticos y las hormonas utilizados para el crecimiento de los animales, así como también con los fertilizantes y pesticidas con que se fumigan los cultivos.
La fabricación de forraje, además, obliga a desviar grandes cantidades de agua que podría ser utilizada en abastecer zonas con dificultades de agua potable.
Según los cálculos que ha sacado el Departamento de Ciencias Animales de la Universidad de California, si para producir un kilogramo de trigo se requieren 120 litros de agua, para producir un kilogramo de carne, se requieren en total, al menos, 3.700 litros. Sin duda, un gasto enorme.
La Unión de Científicos Preocupados (UCS) de Estados Unidos, concluyó hace algunos años que si se disminuyera a la mitad el consumo promedio de carne en cada familia norteamericana, el uso de tierra dedicada a la alimentación de animales bajaría en un 30% y el agua se descontaminaría en alrededor de un 24%.
Mientras tanto Brasil se ha ganado el título de cuarto país emisor de gases de efecto invernadero. Más de la mitad de esas emanaciones son por causa de la deforestación. Y entre más árboles se talan, más cambia el sistema climático creado por la propia selva. El bosque se vuelve más seco, hay menos lluvias y los incendios se expanden más rápido, difíciles de contener. El clima a nivel mundial continúa cambiando.
http://www.guioteca.com/
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