
El escenario es el siguiente: Aunque el virus se detectó por primera vez el año 1984, antes del boom de la cría del salmón a nivel mundial, este se desarrolló debido al hacinamiento del pez en las jaulas en alta mar y la crisis tocó fondo en Chile el año 2007. Un estudio realizado el 2008 en la Universidad de Bergen determinó que el virus llegó al país en huevos exportados desde Noruega a Chile.
La columna dice que el problema del salmón está presente en todos los países productores, pero la situación local es simplemente insostenible. Chile ha tratado de reducir el hacinamiento en las jaulas, pero el virus sigue presente en nuestra industria, de una forma no letal, lo que es muy peligroso, ya que es más complicado detectarla.
Pero lo más importante que dice la editorial es la nefasta solución que las empresas locales están aplicando: Las empresas decidieron mover sus jaulas desde las aguas contaminadas, a sectores con aguas completamente limpias y prístinas, lo que es un verdadero crimen medioambiental. Esto es el equivalente a mover granjas industriales de cerdos a praderas vírgenes. Lamentablemente nuestra legislación protege solamente a terrenos físicos, bajo la figura de parques nacionales y reservas nacionales, pero esto no sucede con nuestras aguas, las cuales están siendo contaminadas por una industria que tiene sus cimientos podridos. Una situación lamentable.
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