María Eva Duarte de Perón (Junín o Los Toldos,1 Provincia de Buenos Aires, Argentina; 7 de mayo de 1919 - Buenos Aires; 26 de julio de 1952), conocida como Evita, fue una actriz y política argentina. Como primera dama, promovió el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y de la mujer, entre ellos el sufragio femenino y realizó una amplia obra social desde la Fundación Eva Perón.
Sus discursos, sumamente emocionales y de gran impacto popular, tuvieron la particularidad de tomar las mismas palabras peyorativas con las que la clase alta solía refererirse a los trabajadores, para tornarlas en palabras elogiosas, como hizo con el término "grasitas", diminutivo afectuoso de "grasa", modo sumamente despectivo frecuentemente utilizado para referirse a los sectores populares, incluso en la actualidad. Eva también usaba habitualmente la palabra "descamisados" para dirigirse a los trabajadores, término que se constituyó en un símbolo del peronismo y enfatizaba su propio origen humilde como forma de solidarizarse con los trabajadores.
El siguiente párrafo, incluido en Mi Mensaje, escrito poco antes de morir, constituye un ejemplo del modo en que Evita se dirigía al pueblo, tanto en sus discursos públicos como por escrito: LEER MAS...
Todo lo que se opone al pueblo me indigna hasta los límites extremos de mi rebeldía y de mis odios, pero Dios sabe también que nunca he odiado a nadie por sí mismo, ni he combatido a nadie con maldad, sino por defender a mi pueblo, a mis obreros, a mis mujeres, a mis pobres "grasitas" a quienes nadie defendió jamás con más sinceridad que Perón y con más ardor que "Evita". Pero es más grande el amor de Perón por el pueblo que mi amor; porque él, desde su privilegio militar supo encontrarse con el pueblo, supo subir hasta su pueblo, rompiendo todas las cadenas de su casta. Yo, en cambio, nací en el pueblo y sufrí en el pueblo. Tengo carne y alma y sangre del pueblo. No podía hacer otra cosa que entregarme a mi pueblo. Si muriese antes que Perón, quisiera que esta voluntad mía, la última y definitiva de mi vida, sea leída en acto público en la Plaza de Mayo, en la Plaza del 17 de Octubre, ante mis queridos descamisados.
Evita insistía mucho también en criticar abiertamente a la clase alta argentina, a la que denominaba "la oligarquía", debido a la activa posición contra la democracia y promotora de la desigualdad social que ese sector había mantenido, así como al capitalismo y al imperialismo, terminología que coincidía con la que se utilizaba por entonces en el mundo sindical y los partidos de izquierda. Un ejemplo de ello es el siguiente párrafo de Mi mensaje:
Los dirigentes sindicales y las mujeres que son pueblo puro no pueden, no deben entregarse jamás a la oligarquía. Yo no hago cuestión de clases. Yo no auspicio la lucha de clases, pero el dilema nuestro es muy claro: la oligarquía que nos explotó miles de años en el mundo tratará siempre de vencernos.
Finalmente el discurso de Evita abundaba en elogios incondicionales a Perón y convocaba a apoyarlo sin reservas. La siguiente frase pronunciada en el acto del 1 de mayo de 1949 es un ejemplo de ello:
Sabemos que estamos ante un hombre excepcional, sabemos que estamos ante el líder de los trabajadores, ante el líder de la Patria misma, porque Perón es la patria y quien no esté con la patria es un traidor.
La investigadora Lucía Gálvez, refiriéndose a sus primeros discursos observa:
Los discursos que le escribía Muñoz Azpiri hablaban, por un lado, del siglo del feminismo victorioso, para caer en seguida en lugares comunes parecidos a los de La razón de mi vida, destinados a exaltar la grandeza de Perón y la pequeñez de su mujer.57
El discurso de Evita fue el primero pronunciado desde el poder político por una persona integrante de la clase trabajadora y por una mujer, en la historia argentina. Su contenido tendió abiertamente a reivindicar los valores e intereses de los trabajadores y las mujeres. Por otro lado Evita utilizó un discurso emocional y socialmente muy polarizado, en una época en la que la polarización política y social fue extremadamente alta.
En definitiva, como decía su consejero, el padre Benítez, a Evita hay que juzgarla más por sus actos que por sus palabras: de hecho, consiguió el sufragio femenino y la participación de las mujeres en la política, objetivos perseguidos durante años por los socialistas y feministas.58
[editar]Influencia de Evita después de su muerte
Tras su muerte, la vida de Evita y su postura política han sido incorporadas ampliamente y por los sectores más diversos en la cultura argentina.
En primer lugar los sindicatos, vinculados estrechamente a ella durante su vida, han rescatado su nombre y su imagen, junto al de Perón, como símbolos máximos del protagonismo de los trabajadores en la historia argentina.
En segundo lugar el movimiento feminista y en general las organizaciones y personas dedicadas a defender los derechos de la mujer y la perspectiva de género. En este caso, la reivindicación de Evita atraviesa todas las ideologías políticas.
Entre las nuevas generaciones nacidas con posterioridad a su muerte, Evita ha sido rescatada como un ejemplo revolucionario, muchas veces asociado con el Che Guevara. La relación simbólica entre Evita y el Che, ambos muertos trágicamente y jóvenes, ha sido destacada un sinnúmero de veces.
La izquierda peronista y en particular el grupo guerrillero Montoneros vinculó muy estrechamente su ideología y su accionar a la figura de Evita. Un famoso eslogan de esta organización decía si Evita viviera sería montonera. Tanto el secuestro y posterior asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu como posteriormente de su cadáver, estuvieron relacionados con el intento de recuperar el cadáver de Eva Perón.
En su poema Eva (ver aquí), María Elena Walsh se refiere a la influencia de Evita después de su muerte del siguiente modo:
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- Cuando los buitres te dejen tranquila
- y huyas de las estampas y el ultraje
- empezaremos a saber quién fuiste.
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