Una central con represa (“de embalse”) resulta en la inevitable conversión del hábitat fluvial en un embalse, al inundarse el tramo de río aguas arriba del muro. También causa una serie de efectos de barrera, al cortarse la continuidad para el paso de organismos,
grandes desechos leñosos, sedimentos, materia orgánica, etc. La conversión de río en embalse es imposible de mitigar, a menos que se cambie el lugar o el tipo de central (por ejemplo, se haga una central de paso en vez de una de embalse); éste es el costo duro que debemos pagar como sociedad para generar energía con una represa. Los efectos de barrera son difíciles de mitigar, aunque se ha avanzado mucho en los últimos 50 años en países desarrollados (y también en China, en el caso del paso o flushing de sedimentos). LEER MAS...Obviando estos efectos, los impactos más fuertes causados por centrales hidroeléctricas con presa, genéricamente, ocurren en el tramo ubicado aguas abajo del muro, y en la zona costera adyacente a la desembocadura del sistema fluvial afectado. Así, los principales impactos ambientales de un proyecto hidroeléctrico se deben a las alteraciones en el
régimen hidrológico (el hecho que se cambian los patrones naturales de fluctuación del
caudal del río), los cambios en el transporte de sedimentos debido a la retención de la
mayor parte del material en la cola del embalse (material de todos los tamaños, desde
arcilla a bolones, e incluyendo la materia orgánica transportada por el río, esto es, troncos,
hojas y ramas molidas, etc.), y los efectos sobre la calidad del agua - en el caso chileno,
sobre todo los cambios en los regímenes naturales de temperatura y turbidez, que afectan
profundamente al funcionamiento ecológico del río, al alterar la variable ambiental más
importante para los organismos acuáticos, así como la dinámica trófica.
En el caso de centrales hidroeléctricas “de pasada”, en general, los impactos se centran en
el tramo de río “by-passeado” por el canal de derivación, el cual puede quedar con caudales
muy reducidos, y sufrir cambios apreciables en sus patrones de temperatura del agua y
disponibilidad de hábitat. Como en Chile jamás se ha requerido que se mantenga el paso de
peces en las obras hidráulicas, también hay efectos sobre las poblaciones de organismos
acuáticos, al verse fragmentado su rango original de distribución, tanto por la presencia de
muros (aunque sean bajos), como por la ocurrencia de tramos infranqueables, al tener éstos
características inadecuadas de temperatura o de disponibilidad de hábitat. Chile tiene una
gran deuda respecto de la temática de paso de organismos en sistemas fluviales, puesto que
jamás se ha considerado este aspecto en ningún tipo de diseño de obra que intervenga ríos o
esteros (desde las alcantarillas bajo los caminos forestales hasta las presas más grandes).
Esta área de la ecohidráulica representa desembolsos anuales de miles de millones de
dólares en los países desarrollados, en investigación pero sobre todo aplicaciones, mientras
que en Chile ni siquiera se habla del tema.
En nuestra realidad chilena, donde prevalece una ignorancia supina respecto de la mayoría
de estas temáticas, lo único que se suele discutir (en la propaganda de las empresas
eléctricas, cuando opinan los políticos y los ministros del interior y de la energía, o incluso
cuando hablan algunos ambientalistas) son cosas como: “qué bueno es este proyecto,
porque inunda mucho menos que Itaipú por cada MW instalado”, “es mejor hacer centrales
de pasada porque no inundan”, o bien “los grandes proyectos hidroeléctricos son dañinos,
pero las minicentrales son una buena alternativa”, etc. En los hechos, es muy difícil
generalizar, y cada proyecto tendrá impactos ambientales específicos, que dependerán
principalmente del lugar donde se localice (río y ubicación específica), de su diseño
ingenieril, y de la operación elegida.
En el fondo, no hay ninguna regla general que sirva: para cada proyecto es necesario
estudiar los cambios en los caudales, sedimentos y calidad del agua, y cómo estos efectos, sumados a los de la presencia del muro y la pérdida de hábitat fluvial, afectarán la hidrología, la geomorfología, y la ecología del tramo, así como a los organismos.
También me parece necesario derribar algunos mitos imperantes a nivel local. Por ejemplo,
hay bastante literatura que indica que el impacto ambiental de muchas minicentrales puede
ser vastamente superior al de una sola megacentral, ubicada en un buen lugar, y con un
diseño y operación ambientalmente amigables. Por otra parte, el tapar Chile con centrales
de paso, cada una de las cuales suele dejar unos 15 ó 20 km de río con un caudal ínfimo,
también generaría impactos acumulativos inaceptables. En los hechos, en la zona central de
Chile estamos perdiendo a pasos rápidos la totalidad de nuestra biodiversidad acuática, al
desviar el agua de todos los ríos medianos y grandes, sea para riego, o bien ahora para
centrales de paso, las cuales se asume erróneamente que son “ecológicas”, esto es,
“ambientalmente amigables”.
Claudio Meier Vargas.
Ingeniero Civil, mención Hidráulica (UdeC)
M.Sc. Ingeniería Hidráulica (Colorado State University)
Ph.D. Ecología de Ríos (University of Montana)
Profesor Asociado, Departamento de Ingeniería Civil
Universidad de Concepción.
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