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Derecho a la educación no es compatible con el lucro.

Publicado por AnimaLaradio jueves, 4 de agosto de 2011

Economista y Magister en Economía
de la Universidad de Chile.
Master of Arts y Candidato a Doctor de
la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. 
Hemos escuchado muchas veces, incluso a rectores de distintas universidades, que en Chile habría que transparentar el lucro. Entiéndase que eso en el lenguaje hipócrita de la política chilena, consiste lisa y llanamente en la legitimación del lucro, es decir, convertirlo en una actividad legítima y legal. Está más o menos claro que ya Maria Olivia Monckeberg en su libro “El Negocio de la Educación En Chile”, transparentó abundantemente los mecanismos que se utilizan en Chile para lucrar con la educación y, además, en esa obra aparecen ampliamente los involucrados en dicho delito. Lo que se requiere es terminar con esa práctica, nada más, pero, sabemos muy bien que en nuestro país, a menos que exista una presión política mayor, se terminará por instalar la legalización del lucro en la educación. LEER MAS...
La animadversión en contra del lucro, no es un simple arbitrariedad ni menos una cuestión ideológica. Es más bien una cuestión práctica. Cuando se instala la lógica del lucro en la educación por sobre el derecho a la educación, se termina creando una situación que podríamos considerar como el peor de los mundos: educación de mala calidad y excesivamente onerosa para los estudiantes y sus familias. Esto es así debido a que cuando se busca el lucro, se tiende a cobrar el mayor precio de venta posible y reducir al mínimo posible los costos. Se busca el máximo excedente posible para distribuir entre los propietarios o accionistas de la empresa. En el caso de la educación, maximizar el precio es fundamentalmente establecer el mayor arancel posible y minimizar el costo significa sacrificar la calidad de la educación, dado que, mejores profesores, becas estudiantiles, mejor infraestructura, más bibliotecas, investigación y estudio, constituyen elevadísimos costos, por lo que buscar el mínimo costo, obviamente, significa sacrificar la calidad de la educación.

Lo anterior se ha visto claramente sancionado por la realidad. Chile tiene la educación universitaria más cara del mundo, lo cual no sólo ha sido consignado por el diario Estrategia, sino que, además, al costo de los aranceles hay que sumar el endeudamiento, dado que, el apoyo del Estado a la educación superior se ha ido concentrando progresivamente en el sistema de créditos, con un crecimiento exponencial entre 2006 y 2010, multiplicándose 27 veces en ese período. Esto no solo nos permite hablar de un sistema muy costoso, sino que, de un sistema descabellado, absurdo y definitivamente estúpido que hoy tiene a 110 mil jóvenes en Dicom y que, según el mismísimo Banco Mundial que no es un órgano oficial del Partido Comunista, el alto nivel del endeudamiento de los estudiantes se aproxima al 174% de su sueldo anual estimado y los índices de morosidad llegan al 50% (ver Qué Pasa / 07/07/2011). Esto es el resultado de un sistema educacional centrado en el lucro de las empresas-universidades y de los bancos.

Por otra parte, la calidad de la educación no constituye el mejor de los logros del sistema educacional chileno. Según el índice de Duncan (Educación 2020), Chile es el segundo país con mayor segregación social del mundo, es decir, los ricos estudian con los ricos y los pobres con los pobres. Esto permite, entonces, que el sistema sea un mecanismo para acrecentar las desigualdades de cuna y no para disminuirlas, lo que permite explicarnos el hecho de que en Chile el 60% viva con ingresos promedio peores que un país pobre de África como Angola (CIPER). Según el estudio de Alberto Mayol y otros “Siete Fenómenos sobre Educación y Desigualdad en Chile” del CIES, el sistema educacional induce las desigualdades, puesto que, en un principio, a nivel de 4º básico, los niños de diferentes orígenes socioeconómicos tienen resultados similares y casi idénticos, pero, en los segundos medios es cuando se expresan las diferencias, dado que, son los estudiantes de orígenes socioeconómicos altos quienes presentan los mejores resultados. Adicionalmente, este estudio nos muestra la pobreza que exhibe el significado de la educación, ya que, “la educación en Chile pierde su sentido formativo de ciudadanía y queda relegada a la significación de la capacitación para el mercado del trabajo”, peor aún, la educación sólo significa tres cosas en Chile: capacitación laboral, educación para aceptar las penurias; y respeto a la autoridad así como evitar la humillación de otros. De ciudadanía, participación política, compromiso en la cuestión social, absolutamente nada y, como diría Bertoldt Brecht: "El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

Por otra parte, resulta ser ya casi un lugar común, hacer referencia a los cerca de un millón de estudiantes que acceden a la educación superior. Es casi el único éxito que puede exhibir el modelo, pero, hasta en esto la educación chilena resulta ser una fantasía macabra e irritante a la hora de sacar bien las cuentas. En primer lugar, habría que señalar que la educación superior no es homogénea y hay instituciones que difícilmente podríamos catalogar de universidades, por lo que ¿A cuántos realmente se les está ofreciendo una educación real y no ficticia, empujada más por el fin de lucro y los negocios que por otra idea algo más sofisticada? Por otra parte, es sabido que el porcentaje de abandono es de un 40%, en promedio, es decir, 400 mil sólo terminarán endeudados, nada más, y de los que restan, el 58% no trabajará en lo que estudió. En total, solo a 250 mil estudiantes de este millón les servirá de algo la educación superior. Para el 60% más pobre de los estudiantes, la deserción llega al 65% y los que no trabajarán en lo que estudiaron son más o menos el 62%. En este escenario ¿cómo podemos considerar un logro la mayor cobertura que el sistema de endeudamiento masivo ha generado? El único éxito dice relación con las grandes ganancias de las empresas-universidades y de la banca, el resto no pasa de ser justificaciones ideológicas.

El lucro no es funcional a la hora de entregar educación, es más, es totalmente disfuncional. Recientemente se conoció el avance de un estudio del Centro de Estudios Humanistas (CEHUM) “Evidencia del lucro sobre la calidad educativa y aprendizaje escolar a nivel de enseñanza secundaria en Chile: proveedores comerciales comparados con públicos y particulares sin fines de lucro” de Mardones, Aguilar y Pérez. Según este estudio y con respecto a los liceos municipales, al comparar por grupo socioeconómicos, estos obtienen puntajes siempre mejores a los colegios que pertenecen a sociedades comerciales y personas naturales, ambos con fines de lucro. Es más, a nivel de los establecimientos que acogen a le elite socioeconómica del país, el promedio en matemáticas y lenguaje de los centros educativos municipales son los más altos en comparación con la educación privada con y sin fines de lucro. Es más o menos evidente que el lucro, tanto analíticamente como en la práctica, sólo conduce al peor de los mundos: educación cara y mala.

Para asegurar el derecho a la educación, se hace necesario que el precio tienda a cero, puesto que todo precio –por mínimo que sea- es un impedimento, una negación del derecho y, por otra parte, se requieren grandes inversiones en calidad, puesto que no se asegura el derecho cuando la educación es más bien mediocre y deficiente. De allí que cuando la educación está centrada en el derecho, estamos en las antípodas de la búsqueda del lucro, ya que este requiere fijar el mayor arancel posible y reducir al mínimo tolerable las inversiones en calidad. El estado de la educación chilena, es un espejo de lo que el lucro hace de la educación.

Marcel Claude
Economista
Publicado en El Dinamo

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